Llegó, no con su espada de madera, sino con su barba de unos cuantos días. Pobló mi cuarto chico, me cocinó, me hizo reir, me hizo recordar aquel letargo liceal. Vi en sus ojos la emoción de descubrir un país que para mí ya es una patria, y en su emoción descubrí la mía propia. Fue el padre de mi perro, que ahora lo extraña y lo busca. Me recordó que no hay años que puedan significar distancia, y mucho menos océanos que separen. Me regaló naranja con zanahoria y una nueva comida llamada risotto. Fue un intrépido chef que descompuso la grappamiel para convertirla en aderezo de melón y bautizarla "postre a lo Polonio".
Y allá en el paraiso, inventó la paz conmigo. Gracias Polonio nuestro que estás en nuestros cielos.
Le dejé en el aeropuerto buscando el camino de regreso. Camino que yo tomaré en algunos días para saldar las cuentas de cañas y sushi.
Y un día después yo habito en la paz del allá que se entrevera con la paz del acá y se convierte en una sola.
Dani, ¡sos un tipo Bárbaro!
Te veo en unos días y por cierto, gracias por venir.