lunes, 26 de octubre de 2009

En La Habana

supe mirar y sorprenderme.
Pueblo digno, hecho de notas que salsean en el viento y el corazón. Pueblo piel, brillante, altanero, concienzudo, utópico.
Las calles de La Habana, vida infinita.
La amiga encontrada, insustituíble. Las nuevas gentes, pobladoras.

Allá donde los niños no dejan de ser niños, donde la infancia no se arranca sino que se potencia.
Un cartel que dice "Los niños son el motor del pueblo porque de los niños lo podemos esperar todo"

Y las penas, que también las hay.

Si intentara poner palabras, fracasaría como ahora lo hago. Sólo quiero saber que me queda dentro, tatuado en mirada y piel.
Caminos por recorrer.

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