No soy la primera que lo dice, mucho menos que lo sabe, pero qué tramposas las palabras.
Hoy, al ver la sombra de una árbol desnudo, queriendo primaverear bajo el sol de un invierno terminado, cuando el reloj dice nueve cero nueve de la mañana, y dicho árbol y su proyección se estrellan ante una hermosa fachada montevideana, de esas que no tienen tiempo, pienso, qué poco duras para siempre.
Y sin embargo, permítanme que siga diciendo, Montevideo de mis siempres.

2 comentarios:
tú, mujer sana, extremanadamente inteligente... y dulce
yo, tonta... "tramposas las palabras" cuando la sinceridad se interpone
* extremadamente
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