sábado, 29 de agosto de 2009

momentos

Hay momentos que quedan fotografíados en la retina.
El fuego se hace y deshace, lento, en la chimenea. El vino te agasaja el paladar. Los pies calientes, rodeados de amistades.
Entonces ella agarra su guitarra y hace que el mundo se detenga. Te regala unos acordes que son viento suave. Su voz, de repente un volcán, del que brota lava hecha canción. Y sientes menta fuerte en tu boca y quieres dejar atrás. Repasas tus jugadas más complicadas y te elevas en armónicos oscilantes que van desde el iris hasta la canción estremecida. Descubres que tú tampoco quieres más quebrar tu voz. Intuyes que sos tu propia señal y que el cielo va a aclarar cuando tú así lo quieras. Te hundes en mil copas de ron y al mirar hacia arriba te das cuenta de que queda apenas medio metro para respirar de nuevo en la superficie.
Ella, la mujer de voz dulce y maga de las cuerdas es mi amiga y yo, afortunada, porque cuando hace falta siento su mano en mi hombro y su canción en el aire.

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