jueves, 31 de diciembre de 2009

antes y después

Sin duda el calendario gregoriano tiene la culpa de todo. Al menos de esta sensación de que de un minuto al siguiente, doce uvas mediante, empieza algo nuevo, y sin embargo tan viejo como los minutos que recién pasaron.
En cualquier caso, no seré yo una modernilla que quiere renegar de los consabidos repasos anuales que se hacen en esta fecha.
Lo bueno y lo malo en dos columnas. Y que las fuerzas supranaturales nos alumbren para ver siempre la columna de lo bueno más llena.
Entre los ítems a destacar y empezando por lo malo, descubrí este año qué es el dolor (no físico) que no te deja casi respirar. Descubrí, también, cómo se sale de él. Descubrí que la redención y el perdón son fáciles de otorgar, sin embargo las cicatrices quedan adornando nuestro cuerpo. No hay por qué temerlas, nos hablan de nosotros mismos y ni siquiera son feas. Sé con certificado que siempre hay una amiga que está dispuesta a cruzar cualquier charco que se interponga para darte un abrazo.
Descubrí algo que ya venía intuyendo, que en alguna de mis otras vidas (espero haberlas tenido) nací del lado de allá. El uruguayismo profundo que me habita no puede ser tan sólo producto de estos años pasados, debe estar cobijado por algún tiempo paralelo que desconozco. Una amiga uruguaya con carnet, dice que soy más oriental que ella y a mí se me hincha el pecho. Ya ves tú.
Descubrí que las distancias son absolutamente relativas. Unos metros pueden ser años luz y 9.953 kilómetros, ahí al lado.
Me enteré de que Michael Jackson fue escuchado por mi inconsciente en mi adolescencia mucho más de lo que yo creía.
Sé ahora, que los aviones son de ida y vuelta y nunca se sabe a ciencia cierta cunándo estás yendo y cuándo volviendo.
Creo adivinar una extraña relación entre los siguientes verbos: extrañar, pertenecer, ser y estar. ¡Atención! no incluí doler.
Las cajas con nuestros recuerdos y nuestras pertenencias más táctiles se pueden enviar a cualquier parte del mundo para que nos acompañen.
El frío encoge y el calor expande.
Que sobre todas las cosas y al final de todas mis historias quedo yo, mi mejor casa, queriendo y notando los quereres de quienes me habitan. Y eso ha de ser lo único que de verdad importa.
Vamos allá a por el año par. Buena suerte.

3 comentarios:

ruan dijo...

a mi se me ocurre que una cosa buena del año viejo es encontrar amigas nuevas en ciudades compartidas. Me encantó cañear por malasaña con vos, uruguayita¡

...en un lugar llamado Cristina dijo...

esa está en la columna de las muy buenas.
Ya de vuelta? Recapacitó el ladrón de bicicletas?
Anda, vente otra vez a por otras cañuflas...

Anónimo dijo...

muchos besos de año nuevo
jacaranda