lunes, 28 de diciembre de 2009

De luces y relojes

Cuando el reloj recorre las horas ya cansado del día, la luz en el Mediterráneo es distinta. Distinta a la de aquella plaza loca que visité, distinta a mis atardeceres sobre la plata de mi río, distinta a la del Atlántico Sur a la misma hora.
En este mar tan cantado, la luz es cálida, quiere oscilar entre el rojo y el rosa como si hubieran subrayado el cielo. Un mar amable y sonriente, lejano del enojo en el que a veces cae su primo atlántico.
Espero atenta las horas del reloj en atardeceres. No importa lo que marque, mi trabajo es más difícil, debo juntar meridianos y paralelos y agazapada, saltar de alegría cuando sea la 1:21. Aunque los relojes digitales de este mundo (que no del mío) se hayan puesto de acuerdo para pasar de la 1:20 a la 1:22, yo sé que algún día van a ser la 1:21. Hora capicúa, hora de confesar quereres, la hora en la que nada puede salir mal.

2 comentarios:

Semana Ando dijo...

volviste al negro...

;)

todo bien????


;)

...en un lugar llamado Cristina dijo...

Oscilo del blanco al negro pero no sé bien la relación de mis estados con este tema.
En cualquier caso, estupendamente oliendo naranjos enel Mediterraneo.
Me parece que esta noche comemos las uvas juntas. ¡Pero qué buena y graciosa esta vidilla!