Fíjense qué paradójico. Ahora resulta que llorar es igual que abrazar. Y ojo que esto no es cuestión de masoquismo. Es que cuando no puedo abrazar con los brazos, abrazo con los ojos, y cuando los ojos no pueden ver lo que no está delante, uso las lágrimas para decir lo que dicen los abrazos.
Así es, llorar ya no es malo, llorar es mi manera de abrazar desde mi adentro a los de lejos. Es un acto íntimo, solitario de dos. Del que no se entera y mío.
Y seguir camino riendo y con los ojos limpios de tanta bella lágrima.
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