martes, 15 de julio de 2008

Papá, Mamá, algo me está pasando...



... y esta es la cara que se me pone cuando tratan de capturar esto que me pasa.

Resulta que de un tiempo a esta parte hayo un misterioso placer en dedicarme a las tareas propias de la adulted.
Cocino para otros y me gusta. Corto la cebolla y el pimiento (morrón para los de acá) en cuadraditos perfectos y al mirar mi obra, separada por colores, lo hago como debió mirar Miguel Ángel a la Capilla Sixtina.

La lavadora (mi gorda italiana) es un tema del que debo hablar. En los últimos meses de mi existencia he adquirido una inusual costumbre. Por la noche, dejo la lavadora preparada. Ropa separada por colores, detergente Nevex multiacción... y me voy a la cama. Pongo el despertador a las 8 a.m. y cuando suena, adormecida voy hasta ella, la prendo y me vuelvo a la cama. Vuelvo a poner el despertador, esta vez a las 9:30 a.m. y cuando me despierto ahí está mi gorda italiana con la tarea cumplida, mi ropa lavadita y lista para que yo la lleve hasta la azotea, sortee las garras de la perra feroz de los vecinos y cuelgue mis vestimentas por tipologías y colores. Una vez terminada la tarea, bajo y desayuno con la sensación del deber cumplido, la satisfacción y el bienestar cada vez están en lugares más extraños.

- ¿Qué vas a hacer el fin de semana Cris?
- Voy a elegir los vasos y platos para mi nueva casa (pónganle tono de máxima excitación).

¿Quién me iba a decir que podría soñar con colores para decidir cuál usar para una de las paredes de mi living?


Quizá todo empezó el día que compré aquella cama, mi primera cama en propiedad (¡¡aunque nos importa un pimiento la propiedad, pero es cuestión de identidad!!) o puede que cuando abracé a Jaimita, mi estufa de gas que tanto amor y comprensión me está dando este invierno...
O más bien, mi Mamá, la gran Carmen, alias Mentxu, fue poniendo semillitas del orden y la prefección hogareña para que cuando yo estuviera preparada, aflorara en mí la "maru" que todos (o casi) llevamos dentro.

Tomo vino y me gusta. Lo compro antes de que haya motivo y me gusta.
Tiendo la cama todos los días, y me gusta.
Me hago mayor... y creo que me gusta.

Y todo esto lo combino los domingos de tarde con la lectura del Menón o de la Virtud de Platón, porque una cosa no quita la otra:

Sócrates - Extranjero, sin duda me tienes por algún dichoso mortal, si crees que sé yo si la virtud puede enseñarse, o si hay algún otro modo de adquirirla. Pero estoy tan distante de saber si la virtud, por su naturaleza, puede enseñarse, que hasta ignoro absolutamente lo que es la virtud.

Menón o de la Virtud.
Platón


1 comentario:

Anónimo dijo...

Cuendo el bienestar te lo dan las costumbres, las cosas que haces todos los días, empiezas a ser un ser especialemnte envidiable! prefiero que te envidien por eso, y no porque puedes ganar una partida de ajedrez... que implica ya cierta (total) virtud!!